miércoles, 9 de abril de 2014

EN EL DÍA DE MI CUMPLEAÑOS


Sopla por vez primera las velas de su tarta de cumpleaños. Nerviosa ante las miradas expectantes, llena de aire sus pulmones y cierra los ojos antes de apagar la lucerna. Piensa un deseo, así se lo han ordenado. Desea ser mayor, comprender por qué aplauden si nada importante hizo, conocer los fascinantes juegos sociales, la complejidad del mundo adulto, la tradición, el amor, la felicidad… 
Su deseo se hace realidad. Al abrir los ojos se encuentra con una tarta cubierta de numerosas lucecitas, pero de repente todo ha cambiado. Ya no es una niña, ha desaparecido la fascinación y la exaltación. En cambio, un nudo de emoción le oprime la garganta, las ausencias entre los presentes la paraliza, siente una carga de problemas y responsabilidades en sus espaldas y en los ojos la humedad de la nostalgia por todo aquello que se esfumó junto a tantos sueños quebrantados. Aprendió la fascinante aventura de vivir. 
De aquella fiesta infantil queda tan sólo un resquicio de esperanza que le empuja a inspirar y cerrar los ojos: desea recuperar la inocencia y la ilusión de aquella primera vez. 
Deseo denegado. 
El viaje a través del tiempo tiene una maquinaria unidireccional donde los años corren hacia delante, nunca hacia atrás, lo que es apasionante a la par de aciago.